Nacido en Vitrolles (Altos Alpes) el 8 de julio de 1807
Toma de hábito en N.-S. de l’Osier, el 8 de abril de 1846
Oblación perpetua en Parménie, el 25 de diciembre de 1848 (n. 239)
Muerte en Talence, el 4 de julio de 1864.

Claudio Francisco Martel nació en Vitrolles, diócesis de Gap, el 8 de julio de 1807. Entró en el noviciado de N.-D. de l’Osier el 8 de abril de 1846 a los 39 años. Emitió los primeros votos en l’Osier el 13 de mayo de 1847 e hizo su oblación perpetua en Parménie el 25 de diciembre de 1848. El secretario escribió en el acta del consejo general el 28 de junio de 1848: “Las buenas cualidades [del H. Martel] de las que da testimonio el reverendo Padre Maestro en el informe que envió sobre él, han hecho que se le juzgara digno de ser admitido en la Congregación. Hará primero los votos por 5 años y luego podrá hacerlos perpetuos cuando su superior lo crea conveniente”.

El Hermano permaneció primero en Parménie, santuario y granja no lejos de l’Osier. “Todos los que lo vieron en N.S. de l’Osier y en Parménie, donde residía de ordinario, escribe el P. Delpeuch, no olvidarán nunca la buena impresión que les dejaba el encuentro con este hermano, siempre sonriente, siempre abnegado, siempre ocupado, humilde, modesto, que reflejaba en los rasgos de su rostro las huellas de una continua mortificación […] Llevó casi hasta la indiscreción el amor a la penitencia, esta hermana inseparable de la humildad. Por mucho tiempo no tuvo por lecho más que un tablón y reposaba su cabeza sobre una piedra; ni el rigor del frío ni los achaques de la dolorosa enfermedad de la que llevaba ya terribles gérmenes, nada lo pudo detener. Todavía en Parmenie, se le vio durante el verano levantarse al alba, soportar el peso de los grandes trabajos de la estación y observar, con todo, rigurosamente el ayuno de los viernes”…

Tras una breve estadía en Nuestra-Señora de Lumières, recibió en 1853 la obediencia para Talence. Fue el portero de la casa durante 11 años, hasta su muerte en 1864. Todos admiraron su discreción, su prudencia, su dedicación a los pobres y su caridad fraterna. El P. Delpeuch escribe también al respecto: “No solo era un modelo en la comunidad, sino que era además como un cemento precioso que hacía de todos los hermanos de la casa un solo corazón y una sola alma. Solo Dios sabe cuánto bien y cuánta caridad produjo esa dulce y saludable influencia. Todas las impaciencias se calmaban, todas las reacciones impulsivas se quebraban ante una serenidad siempre imperturbable, ante un buen humor siempre expansivo…”

La enfermedad del hermano empeoró en el mes de febrero de 1864 y terminó el 4 de julio con una muerte acompañada de todas las señales de predestinación

YVON BEAUDOIN, O.M.I.