Después de don Bartolo Zinelli fue sin duda Mons. Francisco Milesi quien ejerció mayor influencia en la formación moral y espiritual de Eugenio de Mazenod en Venecia.

Francisco Milesi nació en Venecia el 25 de marzo de 1744. Ordenado sacerdote, fue adscrito a la parroquia de San Silvestre en 1794 y fue su párroco. “Era, escribe Mons. de Mazenod en sus Memorias, un hombre de reconocido mérito, buen pastor en toda la acepción del término. Acomodado en cuanto a la fortuna, hacía el mejor uso de sus rentas, y dotado de una gran facilidad para instruir, repartía cada domingo el pan de la palabra a su pueblo, al que se juntaba para escucharlo gran número de personas de las parroquias vecinas que llenaban siempre su iglesia. Era asiduo en el confesionario y a nadie negaba su ministerio. Era en una palabra el modelo de los buenos pastores” (Diario I, [Ecr. Obl. I, t. 16] p. 24).

Nada extraño, pues, que en 1807 haya sido nombrado obispo de Vigevano. Se empeñó con todas sus fuerzas para levantar esa diócesis que tenía buena necesidad. Como obispo de Vigevano fue convocado por Napoleón I al Concilio nacional que se abrió en Nuestra-Señora de París el 17 de junio de 1811. Fue la ocasión en que encontró allí con el abate de Mazenod , su antiguo feligrés de Venecia. En 1815 fue trasladado a la sede patriarcal de Venecia y nombrado cardenal. Terminó su santa y caritativa vida el 18 de septiembre de 1819.

Los Mazenod llegaron a Venecia el 18 de mayo de 1794. Encontraron primero un alojamiento cerca de la Plaza de San Marcos; y luego, pasado un mes, se establecieron bastante confortablemente en la “Locanda della Regina d’Inghilterra” situada junto al Gran Canal, frente al palacio Grimani. Ahí se quedaron hasta noviembre de 1797, fecha en que salieron para Nápoles.

Eugenio iba cada día a ayudar a misa a su tío abuelo Carlos Augusto Andrés de Mazenod en la iglesia parroquial de San Silvestre. El párroco (o pievan, como se decía) era Don Francisco Milesi. Este buen sacerdote se interesó vivamente por aquel muchacho exiliado de su patria y desamparado. Le tomó mucho afecto y decidió prestarle ayuda para la continuación de sus estudios. Para realizar ese proyecto, se entendió con Don Bartolo Zinelli, sacerdote libre de su parroquia. ” El Sr. Milesi, escribe en sus Memorias Mons. de Mazenod, me tomó mucho afecto y, al reconocer en mí por los frecuentes contactos que tuvo conmigo, alguna buena disposición, formó sin yo saberlo el proyecto de serme útil. La posición de mi familia no le permitía procurarme los maestros que me eran necesarios para continuar mis estudios. El Sr. Milesi quiso suplir, y Dios bendijo su caritativa idea. Estaba en su parroquia esa respetable familia de los Zinelli, y uno de sus miembros, santo sacerdote, acudía todos los días a la iglesia para celebrar los santos misterios. El pievan Mons. Milesi se entendió con él y le fue fácil determinarle a ir en ayuda de mi juventud” (Diario I [ Ecr. Obl. I, t. 16] p. 24).

El 22 de noviembre de 1795 murió Carlos Augusto Andrés de Mazenod, tío abuelo de Eugenio. Este fue encargado de arreglar con el párroco los funerales, pero, dada la escasez de dinero, con la mayor sencillez. El párroco Milesi, no solo se negó a aceptar el honorario, sino que hizo unos funerales magníficos y se estimó dichoso por compartir con la familia de Mazenod el justo dolor y por rendir homenaje a un personaje tan santo. Mons. de Mazenod concluye: “Este es el hombre que Dios había puesto en mi senda por esta tierra extranjera para ser el primer instrumento de sus misericordias para conmigo” (Ib. p. 28s).

Eugenio tenía en Venecia como confesor ordinario al P. José María Zauli, antiguo jesuita de 82 años, pero de cuando en cuando acudía también a confesarse con el párroco Milesi. El abate de Mazenod volvió a encontrar a su antiguo párroco protector en París el 17 de junio de 1811, en la apertura del Concilio nacional en la iglesia de Nuestra-Señora. Mons. de Mazenod escribirá en sus Memorias: “Nos encontramos en París en la época del Concilio nacional al que fue invitado como obispo de Vigevano […] Fue un espectáculo enternecedor. Yo desempeñaba las funciones de maestro de ceremonias bajo los Sres. de Quélen y de Sambucy. Al ver llegar a Mons. Milesi, a quien no había encontrado en casa la víspera, le abordé dando mi nombre. El buen obispo no cabía en sí de gozo al volver a encontrar a su hijo adoptivo de 28 años, ya diácono, y sin preocuparse por el lugar y la circunstancia, me saltó al cuello y me estrechó tiernamente contra su corazón. Yo estaba tan emocionado como él, y la gente se preguntaba qué podía ser aquello. ¡Ah! Si hubieran podido comprenderlo más de uno habría mezclado sus lágrimas con las nuestras” (Ib. p. 29).

Si Don Bartolo Zinelli fue el principal artífice de la formación de Eugenio en Venecia, Mons. Milesi fue el iniciador de ella o, según la expresión de Mons. de Mazenod, “el primer instrumento” de las gracias de Venecia. Como párroco y como confesor extraordinario del joven Eugenio, secundó eficazmente a Don Bartolo, educador principal.

JÓSEF PIELORZ, O.M.I.