1. El método misionero y los directorios

En el primer artículo de las Reglas de 1818 y de las de 1825-1826 el Padre de Mazenod escribe que “el fin del Instituto de los llamados Misioneros de Provenza es en primer lugar formar una agrupación de sacerdotes seculares que viven juntos y que se esfuerzan por imitar las virtudes y los ejemplos de nuestro Salvador Jesucristo, empleándose principalmente en predicar a los pobres la palabra divina”.

En el artículo segundo precisa que las misiones, los retiros, las catequesis u otros ejercicios espirituales son los medios para alcanzar ese fin principal. Para subrayar bien la importancia de tal fin, el segundo capítulo explica en detalle el método y los ejercicios de una misión parroquial. El tercer capítulo propone otros medios de evangelización que están ligados a las misiones: confesiones, dirección de la juventud, atención a los prisioneros y a los moribundos, ejercicios públicos en la iglesia de la Misión, etc.

El Fundador no excluye otros fines, pero él mismo al comienzo de la Congregación y posteriormente los Oblatos durante más de un siglo, privilegiaron ése. De 1816 a 1823 el P. de Mazenod y los primeros Padres predicaron unas cincuenta misiones en Provenza. Tras su nombramiento como vicario general de Marsella, él cesó en ese ministerio pero los Oblatos siguieron fieles a él sobre todo en Francia. De las 24 casas fundadas en Francia en vida del Fundador, 19 tuvieron las misiones como principal campo de apostolado. Desde 1816 a 1861 los Oblatos predicaron en Francia como 3.000 misiones y retiros. Eso continuó, con más o menos intensidad y resultado, hasta el concilio Vaticano II, no sólo en Francia sino también en los otros países de Europa, en Canadá y los Estados Unidos, en Sri Lanka, etc.

En un informe sobre la casa de Nuestra-Señora de l’Osier, el 20 de julio de 1889, escribía el P. Juan Garnier: “Me apresuro a llegar a la obra que tiene más y más la primacía sobre todas las otras, la obra de las misiones. Ella tiene como meta y objetivo final, según el pensamiento de nuestras santas Reglas, el bien espiritual de las almas, su felicidad eterna. Ahí está su nota característica, ahí está su fin sublime, irradiación y prolongación de la misión misma del divino Redentor, Nuestro Señor Jesucristo”. En ocasión del centenario de la aprobación de las Reglas en 1926 el P. Luís Le Jeune comprobaba también: “Es la idea inicial de las misiones en parroquias la que ha hecho germinar el proyecto de la fundación del Instituto y por ella la Congregación ha crecido, se ha desarrollado, ha prosperado tanto y ha obrado tantos frutos de salvación en miles de almas”.

El método misionero y los directorios

El P. de Mazenod expuso en el segundo capítulo de las Reglas el modo como él hacía las misiones: salida de los misioneros, viajes, duración de la misión, principales ceremonias, etc. Luego exigió que sus hijos fueran fieles al mismo. Reprochó, por ejemplo, a menudo al P. Eugenio Guigues, superior de Nuestra-Señora de l’Osier de 1834 a 1844, que se permitiera demasiadas libertades en ese punto. En su Diario, el 12 de abril de 1846, anota complacido que, tras un retiro dado por los jesuitas en Viviers, Mons. Hipólito Guibert o.m.i. se muestra “convencido de que el método de nuestros Padres vale más que el de los Jesuitas”.

Con la expansión de la Congregación en Francia y en varios países, resultó difícil seguir las costumbres en uso en Provenza. El Fundador y los Capítulos generales se dieron cuenta del abandono de algunas tradiciones y pidieron la preparación de un Directorio. Ese voto se expresó en los Capítulos de 1856, 1861, 1867, 1873, 1879, etc. Finalmente ese directorio fue redactado por el P. Alejandro Audruger en 1881:Directoire pour les missions à l’usage des Missionnaires Oblats de Marie Immaculée, Tours, 1881, 286 p. Antes del P. Audruger, el P. León Delpeuch había publicado en 1876 un Essai sur les missions dans les pays catholiques, en el que trataba en particular del modo de variar y de tratar los temas según los ambientes y las circunstancias de las misiones. Posteriormente el P. Melchor Burfin, que fue mucho tiempo superior de los misioneros en la diócesis de Limoges, escribió sus recuerdos con el título “Le Testament d’un missionnaire des campagnes”, publicado en Missions OMI 32 (1894) p. 79-139.

El apostolado de los Oblatos por medio de las misiones fue estudiado también en varios aspectos en los congresos de 1955 sobre “La Misión del interior” y de 1983 sobre “los Oblatos y la evangelización”. Esta forma de apostolado ha disminuido mucho hoy.

YVON BEAUDOIN, O.M.I.