1. Profesor
  2. Superior y misionero.
  3. Virtudes

Nacimiento en Coldirodi (Italia), el 10 de octubre de 1837.
Toma de hábito en Notre Dame de l’Osier, el 17 de mayo de 1854.
Oblación en Notre Dame de l’Osier, el 19 de mayo de 1855 (nº 387).
Ordenación sacerdotal en Marsella, el 22 de septiembre de 1860.
Muerte en Vico, Córcega, el 8 de junio de 1893.

Francisco Semeria nace el 10 de octubre de 1837 en Coldirodi, diócesis de Vintimille, de Maria Rolleri y Giuliano Semeria. Hizo estudios secundarios bajo la dirección de varios de sacerdotes de la zona e ingresó en el noviciado de Notre Dame de l’Osier el 17 de mayo de 1854. Tras su oblación, el 19 de mayo de 1855, estudió Filosofía y Teología en Montolivet entre 1855 y 1860. En sus informes, el P. Mouchette, moderador de los escolásticos, enumera sobre todo las cualidades y virtudes del hermano: excelente carácter, buena voluntad, estima por su vocación, amor por el estudio, regular en su observancia, siempre dispuesto a hacer una contribución personal. Señala a veces ligereza y un carácter un poco vivo.

Profesor
Tras ser ordenado por Mons. de Mazenod el 22 de septiembre de 1860, el P. Semeria enseñó Filosofía en Montolivet entre 1860-1861, en el Seminario Mayor de Marsella en 1861-1862 y el Seminario Mayor de Ajaccio de 1862 a 1867. Tras pasar dos años en Roma como socio del P. Tamburini, Procurador ante la Santa Sede, regresa a Ajaccio como profesor de Teología Moral, de 1869 a 1881. El P. Hamonic escribió en el obituario del P. Semeria: “El P. Semeria no era lo que se podría llamar un profesor brillante, pero bien se podía ver en él al hombre estudioso, diligente en su tarea, preparando concienzudamente sus clases, sin dejar pasar la ocasión de tener al día las cuestiones que tenía que tratar y tener las ideas claras en relación a las distintas ramas de las ciencias eclesiásticas”. Era reconocido también por su “ciencia litúrgica. Hizo un estudio especial de las rúbricas, las dominaba a la maravilla y nunca se le veía atrapado en lo que se le consultaba, algo que sucedía con frecuencia. En cuanto a las ceremonias, sentía un verdadero culto por ellas. Amaba hacerlas, las observaba escrupulosamente, sin dejar de observar que cumplieran todas las prescripciones de la Santa Iglesia…”.

Superior y misionero.
De 1882 hasta finales de 1887, el P. Semeria es superior de Vico. Hizo algunos arreglos en el convento y la iglesia; tomó parte también en algunas misiones cada año. En relación a esto, el P. Hamonic escribió: “Nadie podría decir que el P. Semeria estuviera hecho para la gran predicación. Dios no le había dotado con el calor comunicativo que delata al orador, esa fuerza que atrapa, envuelve, se vuelve irresistible y consigue los más magníficos triunfos. Su género, más modesto, se distinguía especialmente por su simplicidad y la claridad en la exposición, la solidez de las pruebas (…). Estaba destinado a tener éxito en los encuentros más personales, en retiros a los seminaristas y a las congregaciones religiosas, predicados en Córcega o en el continente”.

Se le encuentra en Diano Marina en 1888, en Aix en 1889, y más tarde, entre 1890 y 1892, es moderador y profesor de Teología Moral en escolasticado de Notre Dame de Bon Secours, abierto para recibir a los escolásticos enfermos. A finales de 1892, fue nombrado nuevo superior de Vico. Predicó la misión de San Pietro di Tenda en enero-febrero y la de Santa María de Bastia, en marzo-abril. En esta gran iglesia tuvo que hacer grandes esfuerzos para hacerse oír. Fue allí donde contrajo el germen de la enfermedad que lo arrebató el 8 de junio de 1893: neumonía y carbunco (ántrax).

Virtudes
Según el P. Hamonic, el P. Francis Semeria siempre se distingue por su espíritu de fe, su piedad, su observancia de la Regla y, sobre todo, por su caridad fraterna. A propósito de ello, escribió: “Sobre todo, el P. Semeria deja el recuerdo del buen, del excelente hermano, un amado compañero con el que uno disfrutaba los encantos de la vida familiar. Su persona estaba hecha de bondad y afabilidad. El único apelativo que recibía era “el buen P. Semeria”, tanto agradaba a todos su personalidad encantadora. De su corazón la alegría y la dulzura se extendían a toda su persona: en sus maneras, en sus palabras, en su mirada, en su rostro entero, cuyo color rosado armonizaba bien con el blanco de su pelo, encanecido antes de tiempo y que le otorgaba un aire de venerabilidad precoz”.

Yvon Beaudoin, o.m.i.