Nacimiento en San Remo (Italia), el 10 de septiembre de 1823.
Toma de hábito en Notre-Dame de l’Osier, el 14 de agosto de 1842.
Oblación en Marsella, el 25 de diciembre de 1843 (nº 114).
Ordenación en Marsella, el 19 de septiembre de 1846.
Muerte en Vico, el 13 de marzo de 1901.

José Zirio nace el 10 de septiembre de 1823 en San Remo, diócesis de Vintimille, Italia, hijo de Antonio Zirio y Úrsula Bozio. Tras el año de estudios retóricos en San Remo va a Marsella, de donde es enviado al juniorado de Notre-Dame de Lumières para pasar el año 1841-1842. Entra en el noviciado de Notre-Dame de l’Osier el 14 de agosto de 1842 y hace su oblación en Marsella el 25 de diciembre de 1843. Tras tres años de teología con los escolásticos del Seminario Mayor de Marsella, Mons. de Mazenod lo ordena sacerdote el 19 de septiembre de 1846. Es inmediatamente enviado a Vico, Córcega, como vicario de la parroquia de Nesa en sustitución del P. Antoine Gibelli, fallecido el 17 de noviembre de 1846.

En 1849 recibe obediencia para el Calvario, Marsella, primero como ayudante del P. Antoine Étienne Rolleri en el trabajo con la población italiana y después como responsable de esta tarea, fundada por el P. de Mazenod en 1826. Se mantiene en este trabajo treinta y tres años, hasta 1881. Según el informe redactado por el superior del Calvario en 1873, Marsella contaba con una población de unos treinta o cuarenta mil italianos desperdigados por toda la ciudad. Sólo unos centenares asistían a la capellanía italiana, pero muchos de ellos acudían allí para la confesión. Y el P. Zirio, ayudado en algunas ocasiones por otro sacerdote, visitaba a las numerosas familias de la ciudad. Se regularizaron cientos de matrimonios. Durante la cuaresma de de 1863 el P. Zirio oyó la confesión de al menos doscientos hombres, especialmente los domingos.

El lunes 21 de junio de 1875 el P. Zirio fue invitado a acudir al Consulado de Italia en Marsella y sin previo aviso fue homenajeado con el título y la insignia de Caballero de la Real Orden de la Corona de Italia. Se lo comunicó al P. Joseph Fabre, Superior General, en estos términos: “Los motivos que me la han procurado están totalmente al margen de la política; se alega en su enunciado mi celo por mis compatriotas, mi asiduidad en mis deberes de director de la obra italiana, mi presencia casi permanente en los hospitales durante las epidemias de cólera, los cuidados prestados a los enfermos de la ciudad con una perseverancia que les resultaba admirable, las uniones conyugales ilegitimizadas, etc.”.

Por haber fundado esta obra el gobierno piamontés le concedió a Mons. de Mazenod la Orden de San Mauricio y San Lázaro. Pero tras la unificación de Italia se habían cambiado las tornas. El P. Fabre dijo al P. Zirio que era su deber rechazar tal distinción, otorgada por un gobierno que era “perseguidor de la Iglesia (…). Por mi parte –añadía- en calidad de católico, sacerdote y religioso, consideraría tal distinción como un ultraje a mi fe, un insulto a mi piedad filial hacia el Santo Padre”.

Durante las expulsiones de 1880, la capilla italiana permaneció abierta gracias al celo del P. Zirio y a la intervención del Cónsul de Italia. Pero en 1881 la administración diocesana nombró al P. Zirio capellán del hospital principal. Siguió ocho años en este puesto, hasta 1889. Tras un tiempo de descanso en Aix, pasó los últimos años de su vida en Córcega, donde vemos, por ejemplo, que en 1895 aún predicaba misiones y que, como a comienzos de su ministerio sacerdotal, se hizo cargo de la parroquia de Nesa (Missions O.M.I., 1895, p. 183, 218, 220).

El 16 de julio de 1896 tuvo lugar en Vico una celebración solemne de sus cincuenta años de sacerdocio. En su informe al Superior General, el P. Aristide Hamonic, superior de Vico en aquél entonces, escribió: “Quién no admiraría (…) la juventud de nuestro querido padre Zirio, siempre alegre, siempre contento de prestar algún servicio, sea celebrando las misas tardías, sea encargándose de confesar a los extranjeros y a una multitud de gente que se dirigen a él, sea dando dos veces al mes los sermones en las reuniones de congrégates (sic)”. Según Missions O.M.I. de 1889, pág. 405, estuvo dos años enfermo, privado del consuelo de celebrar la misa. Un violento ataque de apoplejía se lo llevó el 13 de marzo de 1901.

Yvon Beaudoin, o.m.i.