Meditaciones para preparar el aniversario de los primeros votos del 1 de noviembre de 1818.

Cristo llama por nuestro medio. Constitución 52

“Cristo no cesa de llamar a algunos hombres para que le sigan y anuncien su Reino. Hemos de ser conscientes de que por el gozo y la generosidad de nuestras vidas, otros son invitados a responder a este llamamiento. Aprovecharemos todas las ocasiones para dar a conocer las urgentes necesidades de la Iglesia y del mundo, y el modo en que la Congregación trata de responder a ellas. Rogaremos también y haremos que se ruegue al Señor para que mande trabajadores a su mies”».

El equipo de formación: “Unidos por la caridad y animados de un mismo espíritu, en unidad de puntos de vista y de acción, tal como conviene, secundarán al superior en el progreso de la obra con temor a que siguiendo su criterio personal se pudieran equivocar y dañar el bien común. Se aplicarán sin cesar a formar a Cristo en los clérigos, con la ayuda de la Inmaculada Madre la Virgen María, a cuya protección aprenderán a recurrir siempre con total confianza”[1].

El padre Tempier estuvo interesado por el reclutamiento y las vocaciones durante toda su vida. Es un verdadero padre para los escolásticos y seminaristas, a la vez que se mantenía muy exigente con ellos. Las vocaciones son indispensables, dirá a Monseñor Arbaud, en una carta de 1825: “pero está en la naturaleza y en el orden de las cosas que esa Congregación reclute el personal en el mismo país donde se establece, si no quiere verse condenada a perecer… es también preciso, para que una Congregación no se vea condenada a quedar encadenada a su cuna, sin poder nunca extender sus ramas” [2].

Sobre todo el padre Tempier era un testigo que interpelaba por su vida o por la vida de su comunidad. El novicio Coulin da testimonio: “Amo a mis hermanos…, los admiro y me veo empujado a la práctica de la virtud por los admirables ejemplos que me dan…”[3] “Su ausencia deja un no sé qué, un vacío que solo usted puede llenar. No todos tienen la habilidad, el tacto para dirigir una comunidad”[4].

Siendo maestro de novicios en Laus, el padre Tempier escribe en 1820: “Estoy cada vez más encantado de la comunidad. Me molestan todos por despojarse de cuanto tienen en sus celdas… Hubo que acceder… a ponerlo todo en común. El hermano Ignacio[5] quiere ser enteramente de la familia y pide comprometerse”[6].

Como superior del seminario mayor, supo crear una atmósfera de colaboración y caridad fraterna. El seminarista Dassy que deseaba unirse a la congregación pudo escribir que lo que le atraía de la vida religiosa, a pesar de su severidad, era: “esa unión, esa caridad que anima a todos los miembros de una comunidad religiosa y especialmente a la vuestra, que os hace salir al encuentro unos de otros; lo que me impresiona también es esa paz del alma y esa alegría inalterable que son la suerte de quienes solo tienen a Dios por padre y a María por madre” [7].

El ambiente que reinaba en el noviciado de Laus anima al novicio Marcou a escribir al seminarista Guibert. Al recibir la carta de su amigo, Guibert decide entrar en la congregación: “Oh, querido amigo, si no temiera ser mal interpretado, le hablaría de la felicidad que se disfruta en nuestra santa casa; le hablaría del espíritu de nuestro instituto… en una palabra, que solo tenemos un corazón y un alma…” [8].

El padre Tempier comprende y ayuda a los jóvenes en formación, posee el “discernimiento de las almas”, dice el padre Fabre en la Noticia necrológica. El padre Bourrelier hablará en 1823 de “la admirable prudencia” que ha tenido el padre Tempier para ayudarlo a perseverar en su vocación. También el padre Gardidier en 1858: “escribo a ese buen padre que me ha hecho tanto bien y al que yo amo y venero como mi padre verdadero…”. Dicho esto, el padre Tempier era sobre todo un verdadero educador: “no me faltará la caridad ni la bondad, pero seré exigente para que cumplan con su deber” escribió él al Fundador cuando éste le había enviado escolásticos al seminario en 1835 [9].

Os invitamos a dedicar un tiempo de oración por las vocaciones oblatas, por los oblatos en formación primera y sus formadores y a reflexionar sobre nuestro testimonio como llamada vocacional. Podemos también retomar las CC y RR sobre la formación.

[1] CC & RR. Texto de 1853 – «El equipo de formación.»
[2] Lettre du P. Tempier à Mgr Arbaud, évêque de Gap, lettre du 16 novembre 1825, collection Ecrits oblats II,2 Rome 1987, p. 65.
[3] Lettre de Coulin au Fondateur de décembre 1820, collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, p. 38.
[4] Lettre de Coulin au P. Tempier du 1e novembre 1821, collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, p. 41.
[5] Ignace Voitot es el primer novicio como hermano coadjutor de la Congregación.
[6] Lettre du P. Tempier au Fondateur du 9 décembre 1820, collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, p. 39.
[7] Collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, p. 57.
[8] Lettre de Marcou à Guibert, collection Ecrits oblats II,1 Rome 1987, p. 38.[9] Collection Ecrits oblats II,2 Rome 1987, pp. 150, 153-156.