San José era uno de los patronos del Fundador. Este escribía al P. Guigues, el 23 de marzo de 1832: “En la morada celestial, Jesucristo, María y José son tan inseparables como lo eran en la tierra. Yo creo estas cosas con la fe más cierta…”

“La Congregación… reúne en comunidades apostólicas a sacerdotes y Hermanos que se ligan a Dios por los votos de religión. Cooperando con Cristo Salvador e imitando su ejemplo…” (C 1)

“Manteniéndose en una atmósfera de silencio y de paz interior, buscan la presencia del Señor… Como peregrinos, caminan con Jesús en la fe, la esperanza y el amor”. (C 31)

Protector de la Congregación, patrono de los Oblatos Hermanos, San José es un santo a quien todos los oblatos deben venerar. El Directorio de los noviciados y escolasticados de 1876 prescribía: “Entre todos los santos a quienes los novicios honrarán de modo especial, San José ocupará el primer lugar, tanto por razón del singular privilegio que tuvo de estar asociado al misterio de Jesucristo, como por ser patrono de las almas interiores que llevan una vida oculta… Por eso le invocarán a menudo… y unirán casi siempre su nombre a los nombres sagrados de Jesús y de María…”.